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dilluns, 17 d’octubre del 2011

'En el país de la Nube Blanca / Al país del núvol blanc' de Sarah Lark

El País de la Nube Blanca / Al país del núvol blanc
Sarah Lark
Traducción Susana Andrés / Federico Vàzquez Fournier
Ediciones B
Páginas 752 / 736
ISBN: 9788466646710 (cast.) / 978-84-666-4951-3 (cat.)


Sin duda alguna, el siglo XIX es el siglo de la épica descubridora: las grandes colonizaciones ultramarinas, los descubrimientos en África, las extraordinarias exploraciones de los Polos... En este marco arranca esta saga familiar, precedida por unos cuantos cientos de miles de lectores en Alemania y gran aceptación de la crítica. Mediado el siglo  XIX, dos mujeres de orígenes distintos, una aristócrata y una institutriz, parten de Londres rumbo a una nueva vida en la poco explorada y próspera colonia de Nueva Zelanda, O país de la Nube Blanca, en maorí.
La historia en sí, es conocida: dos mujeres que se casarán con hombres a los que desconocen, cuyos matrimonios se han concertado previamente, con expectativas muy distintas, que fundarán dinastías y que inevitablemente verán sus destinos entrelazados. Cuenta con las consabidas dosis de tragedia, drama, romanticismo y épica para resultar llevadera a lo largo de sus más de quinientas páginas. Al final, tras tres décadas, los herederos de estas mujeres distintas en carácter y abolengo, y sin embargo amigas inseparables, serán capaces de sortear las vicisitudes de sus progenitores para fundar una nueva generación, un mestizaje de sangre entre maoríes y kiwis que sellará su pacto entre la metrópoli inglesa y la tierra prometida de ultramar.
Tiene esta novela puntos de apoyo sólidos en mi opinión: uno, es el personaje de la joven aristócrata Gwyn, mucho más sólido y mejor desarrollado que el de su homónima Helen; esta chica rebelde y pelirroja me recuerda mucho (demasiado) a las protagonistas de Mujercitas, siendo un mérito que aún así, la autora haya logrado hacerme de su club durante toda la novela. Otro mérito cierto e innegable es la belleza paisajística de los episodios narrados, muy al estilo de la viejas novelas de Jack London, naturaleza salvaje, contacto con los animales, con las montañas, con el espíritu y los dioses de la cultura autóctona, la maorí. Aquí se bate el cobre el aguerrido, delgado y musculoso encargado de la finca James, prototipo heroico del pionero sin ligaduras. Hay lugar para un malvado suegro, para un esposo brutal en el caso de Helen, y un tacto exquisito al tratar el tema de la homosexualidad, si bien, dramas todos ellos que anticipa con muchas páginas de antelación, por mérito exclusivo, el propio lector, lo que hace fatigosa la espera a la que nos somete el texto.
Bien documentada respecto al funcionamiento de las granjas lanares y al desarrollo de las islas, en mi opinión esta novela logra sumergir al lector en un mundo perdido, cuando era posible creer que los soñadores tenían un lugar en la Historia si luchaban con tesón por su sueño. Esta es una historia de colonos, de emprendedores, cuya moraleja sigue siendo la de siempre en las viejas historias de corte costumbrista y victoriano: al final, el bueno vence, y que Dios tenga en su gloria al malo.
Una novela entretenida, bien trazada y con ritmo constante; pero yo, qué quieren que les diga, sigo prefiriendo los aullidos del Colmillo Blanco.

Víctor del Arbol

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