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dijous, 5 de novembre del 2015

En un lugar de la Barceloneta de cuyo nombre no quiero olvidarme… (Homenaje a la librería Negra y Criminal)


Es posible que lo más acertado sea comenzar dando la palabra a los libreros de la mítica librería Negra y Criminal, Paco Camarasa y Montse Clavé: «Ustedes los buenos lectores, leen buenos libros, que suelen comprar en librerías. Las librerías recibimos de los distribuidores aquellos libros que los buenos editores han editado. Antes, los buenos autores han dedicado su tiempo, su pasión y su buen hacer a escribirlos. Para que éstos puedan recibir un dinero (casi siempre escaso) a cambio de su trabajo, toda la cadena tiene que funcionar».

     Barcelona. En realidad Barcelona no tiene más libertad que otras ciudades. Tiene el Mediterráneo y eso define su latido. Lo que hace a una ciudad y lo que ésta nos hace, no reside en el trazado de sus calles ni en la trama urbana, las lenguas que en ella oímos, las modas, el ritmo de sus gentes al andar. Una urbe es el espíritu que en un determinado momento la anima, es algo impalpable que nos atrae o nos repele. Y en todos estos años en los que presenté mis novelas, Barcelona parecía estar imantada por un extraño atractivo que la hacía irresistible.

     ¿Qué buscábamos en Negra y Criminal? O como cantaba María de Mar Bonet: ¿qué volen aquesta gent? ¿Qué quiere esta gente? Por allí pasaron Don Winslow, John Connolly, Harlan Coben, Donna Leon o Jo Nesbo; pero también Antonio Lozano, Alexis Ravelo, Pepe Correa, Yanet Acosta y un servidor. ¿Qué volen aquesta gent? ¿Libertad? La libertad la encontrábamos los que íbamos allí a buscarla. Significaba un pálpito que nos permitía hacernos la ilusión de que todo podía ser posible. Pero comenzamos a ser tan pocos que los dinosaurios acabaron extinguiendo la Meca Noir. ¿En serio? Darwin siempre fue mal interpretado. No sobrevive el más fuerte sino el que se adapta a las circunstancias. Es posible que la respuesta de Paco y Montse, hace diez años, hubiera sido otra. No hubieran cerrado. Pero ahora Dylan sí tiene razón, los tiempos no solo están cambiando, sino que han cambiado. Atrás queda el trato personalizado, una librería como centro de encuentro. Los ebooks, las grandes superficies, las descargas ilegales, las nuevas tecnologías y el avance irremediable de la modernidad se ha llevado por delante el mundo tal y cómo lo conocíamos. Y tanto Montse como Paco se han adaptado a las nuevas circunstancias, porque muere la librería pero nace la leyenda y los libreros se reinventan al quedar intacto el espíritu que los alimenta.

     «No clientes fieles, sino leales: esta librería necesita militancia –advertía Camarasa-, y ya no somos necesarios (la facturación de Negra y Criminal descendió un 40%, al tiempo que proliferaban festivales del género). Nos hemos quedado sin lectores, somos una librería de culto: esa de la que muchos hablan, pero en la que pocos compran». Son solo euros y el reparto de un botín en el que el perdedor siempre ha sido el autor… Hasta ahora. El año pasado cerraron en España dos librerías cada día. Son datos negros, y nada hace pensar que la situación se revierta. Escuchad a Dylan: «Si el tiempo es para vosotros algo que merece la pena conservar, entonces mejor que empecéis a nadar, u os hundiréis como una piedra, porque los tiempos están cambiando».

     Se pone punto y final a trece años de historia. Entonces estos libreros sacaron del exilio al noir con lo que bien pudo haber sido un Ja sóc aquí negro-criminal. Porque la Barceloneta, que a ratos parecía de granito y a ratos de plastilina, siempre fue un campo abonado para la capacidad de encuentro y diálogo de ese seny que necesitamos tanto para aunar la rumba, la cançó y el lerele político. En los tres últimos otoños paseé por sus calles con ese aire venial de un sábado por la mañana. Veo mis fotos de entonces y me parece percibir un soplo de esperanza en mi cara: la impresión de que mi futuro iba a discurrir por esas vías paralelas de lo negro-criminal. Y sin embargo hoy, anida una convicción de urgencia y una sensación de pérdida.

     En este desierto cultural que se nos viene encima me queda el eco de Roberta Flack cantando Killing me softly with this song o de Roberto Carlos maullando El gato que está triste y azul y la torna que siempre brindaban Paco y Montse. La torna, un término catalán que designa el trozo que se añade en las carnicerías para completar el peso y añadir unos gramos de regalo al cliente, no solo eran los mejillones y el vino. La torna del consejo, del debate, del conocimiento, de la amistad.

     Y nos dice Camarasa: «Cerraremos el próximo 3 de octubre. Tienen tiempo de venirse a despedir, incluso los que viven lejos o aquellos que quieran venir a verla, por primera y última vez...  Porque en un lugar de la Barceloneta de cuyo nombre no quiero olvidarme, no ha mucho tiempo que existió una Librería de cuyo nombre no quiero olvidarme, regentada por unos libreros de cuyo nombre tampoco quiero olvidarme, en un tiempo en que el final es siempre el principio.

Javier Hernández

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